Por dónde saldrá el sol

No sabría si decir: «Cuando era un niño», o «Cuando fui un niño». En cualquier caso, en esos años, pensaba que la gente moría cuando se les llenaban completamente de aire sus pulmones después de tanto tiempo respirando. Lo peor es que esa teoría era completamente extrapolable, así que también pensé en ella en relación al aparato alimenticio. Respiraba y comía poco, o al menos bastante lento. Ahora lo llaman obsolescencia programada. Y sigo teniendo mis dudas sobre si podrá ser aplicable a nosotros: Un número limitado de respiraciones, de latidos, de palabras… Me reconforta pensar que otras teorías en las que trabajé durante ese periodo, entre el vaso de leche con galletas de las 17:15 y el bocadillo de jamón york de las 19:00, han sido posteriormente desmentidas. La primera que me viene a la cabeza tiene relación con los dientes. He intentado muchas veces quitármelos del mismo modo que veía quitárselos a mi abuelo. Por el momento, aún no lo he conseguido. Sobre mi abuelo he de decir que tengo que agradecerle, entre otras cosas, la confianza que me dio al permitirme cruzar la calle solo. Estoy seguro de que eso me ha enseñado más que algunas horas de las que he pasado en la universidad, por ejemplo. Así que me gusta dedicarle un momento cuando me siento frente al mar, a pesar de que el dinero nos haya prostituido hasta para dar las gracias. Mi abuelo también me enseñó algunas cosas de poesía, sobre todo el día que me tintó la mecha de rubio con pintura de la pared. Me enseñó que las teorías están para acabar con ellas. Y si antes pensaba que la vida era demasiado corta como para perder el tiempo entrando a los sitios por puertas giratorias, ahora creo que lo interesante es estar dando volteretas desde ayer hasta mañana todo el tiempo que sea posible. Porque nunca es tarde si amanece más temprano, como ayer. Y porque puestos a acabar con algunas teorías, anoche ni Cynosura cumplía con su papel de Estrella Polar en funciones.

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