Noviembre

Tienes un pequeño punto rojo en el centro de la frente. Aunque no se atreve a terminar de escapar del cuerpo, sabes que es sangre. No gotea, no resbala. Solo espera a que el tiempo la seque. Has hecho un movimiento rápido. Como un parpadeo. Suficiente para cambiar el mundo. En el suelo hay 6 pequeños trozos de lo que hasta hace un momento era un espejo. En el lavabo hay otros 3 más. Lo que más te gusta de un espejo es que cuando se rompe puedes decir: “son muchos espejos”. No es como un calcetín, como un jarrón o como un cuerpo. Lo que más te gusta de un espejo es que cada una de sus partes es completamente independiente del resto. Ahora las estás recogiendo y viéndote en ellas. Eres todo ojeras. Eres todo labios cortados. Eres todo lunares. Eres todo arrugas en los bordes de los ojos. Eres esclava. Eres libre. Eres vigilante y vigilada. Eres estudiante y estudiada. Caminante y camino. Poeta y poesía. Música y música. Eres tú. Eres yo. Eres. Lo que más te gusta de los espejos es que cuando se rompen puedes pegarlos con la forma que quieras, porque tengan la que tengan sabes que van a seguir siendo espejos. No es como un vaso, como un peine, o como un cuerpo. Lo que más te gusta de los espejos es que nunca echan de menos a los trozos que pierden. Por eso has hecho una selección y has decidido con ello cuál va a ser tu retrato. Quizás así mañana no se atreva a repetirte: “¿Y ahora qué?”. Y quizás así puedas ahorrarte algún cabezazo, y alguna cicatriz.

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